La Sexta ha dedicado dos capítulos del programa «Salvados» a recordar esta tragedia, titulándolo «Prestige el último viaje». En las dos entregas se ha tratado de aportar algo de luz a lo sucedido durante los días en que el buque, iba navegando sin una deriva clara, mientras que de sus tanques se escapaban 70.000 toneladas de fuel. Lo que lo convirtió en una de las tragedias medioambientales mayores de la historia, contaminando unos 2.000 kilómetros de las costas, española, portuguesa y francesa.

El programa reconstruye las decisiones políticas que se tomaron desde el momento en que se conoció que el buque vertía petróleo, hasta que se partió en dos, 7 días más tarde. Hay testimonios de marineros, políticos, periodistas y activistas. Es muy interesante e inusual que la televisión trate asuntos marítimos, y en este caso, me atrevo a decir que lo ha hecho con un formato excelente, con rigor, y tratando de recoger las diversas miradas que hubo, y a día de hoy aún hay, sobre esta catástrofe.
Quería hacer dos reflexiones sobre este accidente. La primera es que el relato de la Historia es siempre complejo y sujeto a la visión del narrador. Por supuesto que hay hechos objetivos y casi incuestionables, pero su interpretación es absolutamente libre y vemos a diario, como del mismo hecho se hacen narraciones opuestas.
La segunda reflexión es doble. Por un lado, reconocer la valentía de los políticos que participaron en el reportaje, teniendo la certeza que iban a recibir críticas sobre sus decisiones. Muchos otros políticos que tuvieron responsabilidades y protagonismo durante esos días, reusaron participar en el programa. Por el otro, reconocer la presión a que estuvieron sometidas las autoridades marítimas y sus superiores políticos, ya que les tocó lidiar con un hecho que no tenía precedentes, y que les obligó a tomar decisiones en caliente, y recibiendo presiones mediáticas, de políticos rivales, de los del propio partido, técnicos, …
Después del accidente, la legislación española y europea cambió y cito como ejemplo, la regulación de la navegación de los buques monocasco, como el Prestige; y la fijación de puertos refugio, ya que todo apunta que esta fue una de las claves de la magnitud que alcanzó el vertido del Prestige.
Recordando este 20 aniversario, solo me queda añadir que NUNCA MAIS.